![]() |
Richard flipando con la japonesa. Le está desvelando que no ha pasado la noche con ella, sino con un sirvienta enviada por ella. Lo importante era la ilusión. Pobre sirvienta. |
Richard Chamberlain es otro caso de actor de rotundo éxito, tras éxito rotundo, que ha sido simplemente reseteado de la memoria colectiva. Nunca fue un actor de presencia rotunda, cierto es que presentaba ciertas maneras ambiguas, que con la edad y novio de toda la vida ratificó él mismo, cierto que no sorprendió. Y cierto que por su background californiano de chico guapete, amable, limpio e inocuo, ideal para mamás, no se lo puso fácil para cierta respetabilidad. Úsease, reconocimiento.
Empezó como médico ideal de la muerte en una serie blanca que no llegamos a ver en España. Estuvo de rechupete en la lesteriana versión de Los Tres Mosqueteros. Pero tras sí, Richard es historia de la tele, amo de los sofás y de los domingos. Y de los posters del Lecturas. Despegó haciéndose amito de las miniseries de dramones que petaban nuestro universo junto con La Mayra y el Tola.
Un Conde de Montecristo. Centennial. Shogun. Toma de contacto con el marciano sintoísmo. Qué duro cuando el sirviente sacrificó su vida por no contrariar a su amo, tirando el pato podrido por un mal cálculo de su dueño. Nuestro padres lo describieron como nobleza. Nosotros con que era un servilismo inadecuado. Irritante. Buena serie. Pájaro espino. Pepinazo. Que guapo. Qué morbo.