martes, 4 de agosto de 2015

¡Hagamos justicia los martes! Hoy, Boney M. Hoy, Bobby Farrell

Bobby Farrell dándolo todo

Iniciamos una nueva sección fija, los martes,  con aquellos personajes que simplemente en muchos momentos de nuestra vida nos ha dado la vida. Pero desgraciadamente, esa vida, ha sido injusta en su recuerdo. Han sido grandes, muy grandes, y lo sabemos. Pero no lo podemos proclamar como se merecen a los cuatro vientos. No son guays. Nuestra secreta adhesión nos define a mal.

Que sí. Un bel di, vedremo es bello. La fotografía de nuestra soñada intimidad es pintando en celeste un palé de cabecero, o pegando purpurina a los zapatos, algo creativo y productivo, con esa sublime y emotiva banda sonora. ¿La realidad de la colectividad?. Raffaella Carrá y Boney M. Salimos como pitbulls a la pista de la boda o cena de navidá con otros como nosotros, o mejores, haciendo el sonido primordial con daddycool.

¡Bobby Farrell!. Gracias a él y a otros negros que se colaban por la tele mostachona gris del tardofranquismo gris, los niños queríamos ser negros de mayores. Era éso. La ropa chillona de pieles y espacial con alerones aerodinámicos si terciaba, la simpatía y buen humor, buen humor antes de la irrupción del hip hop chungo de pistolas, y el sentido del ritmo y cómo bailaban. Cómo molaba Bobby. Cómo arreglaba la noche unicadena por cojones entre Julio Iglesias, Pajares y Mocedades.



Bailaba frenéticamente. Como le daba la gana. Despechao. Haciendo el orejas. ¿Su función?. En musicología es un toaster. Una especie de animador de sonidos caribeños, propios en skas y reggaes, reinventado en los revivalismos blancos, Chas Smash, de Madness, era eso. Muchos historiadores meticulosos de la escena mod todavía no saben definir el toasting. Muchos teóricos de la guionización tampoco saben definir que es el mcguffin. Digresión. Bobby.

Bobby, pelo podado, daba respuesta a las estrofas con voz hablada carrasposa, ¿a quién se le ocurrió la idea?, ¿quién le dijo, venga Bob, dilo así y te grabo y lo pongo?. Un genio seguro. Bobby decía sus cosas, daba sus volteretas y sudaba como un cerdo. Luego hablaba con el entrevistador cogiéndole de la mano. No le importaba si el señor era un tío. Mientras, nosotros bajando el subidón comiendo una pera.

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